Nos hemos convertido en una sociedad de observadores. Como si estuviéramos constantemente visualizando una película, que es la vida. Así nos comportamos. Comentamos, criticamos, incluso juzgamos; pero no actuamos. Hemos dejado esos papeles a quiénes les ocurren los hechos, sin hacer absolutamente nada por intervenir, por cambiar su rumbo, por resolver o impedir hasta los sucesos atroces que acontecen delante de nuestras narices. Me vienen en este momento imágenes a la mente de cuchilladas a una mujer delante de su hijo mientras las personas que lo presenciaban se quedaban mirando e incluso grabándolo. Nos parece increíble así contado, pero está ocurriendo constantemente, este y otros muchos ejemplos de diversa índole. Formamos parte de la sociedad del espectáculo. Ya no hablaría de “espiral del silencio” sino de “inanición”, porque estamos debilitados, por falta no de alimentos, sí de valores. Predicamos, llenamos las redes sociales, disfrutamos de enfrentamientos, tratamos nuestras sentencias como verdades absolutas; la razón, la nuestra. Como se suele decir, se nos va la fuerza por la boca. El parecer ha desvinculado al ser. Somos observadores de la realidad que nos lleva a vivir una paralela.
¿Estamos en una época destinada a espiar, vigilar el acontecer o participaremos de nuevo en su desarrollo?