NI PATRIAS, NI BANDERAS

Ni Patrias, Ni Banderas…

Las unas, las otras, sean grandes o pequeñas, ¿a qué conllevan? Al odio, la exclusión y la violencia.

Quizá porque nací en Castilla y sigo viviendo en ella, por haber pasado mi juventud en ciudad de estudiantes o haber viajado y estado en muchos lugares del mundo; siempre me ha reconfortado sentirme una más allá donde he ido y me gustan y cada día más los sentimientos y sensaciones que suman y no restan, que no me excluyan ni sentirme excluída por ser de un sitio u otro.

Si tendíamos a un mundo global, sin barreras, ni fronteras, con moneda única para facilitar intercambios, lenguaje universal que nos abriera al entendimiento, a la comunicación, ¿qué nos está pasando? ¿Retrocedemos? ¿Involucionamos?

No, no quiero patrias, ni banderas que me separen, que me excluyan, que me pongan barreras, que me limiten, que generen odios y miradas sobre el hombro.

No quiero lenguas que me aparten, marginen o discriminen.

Amo la tierra, sí, la de este planeta, que bien pudiera ser de otro. Sin fronteras, sin barreras, libre y sana donde poder moverme, conocer, hablar con unos y con otros; donde prime la amabilidad, no la rabia; amistad y no envidia; sabiduría, no ignorancia de la que habla.

Dejemos de poner barreras.

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¿PARA QUÉ ENFADARSE?

No sé si serán los años, las vivencias o la experiencia, pero llega un momento en tu vida en el que es muy, muy difícil enfadarse. Ya no te enfadas. Prefieres optar por la decepción, si esa persona te importa o importaba, o por el pasotismo e indiferencia, si no. La decepción vendrá acompañada, eso sí, de una mirada y actitud diferente hacia esa persona, marcada por la desilusión y desencanto. Sin embargo, son dos actitudes que frente al enfado, nos ahorrarán tiempo, toxicidades y desgaste de energía encauzando esta hacia otros rumbos mucho más positivos. Es por ello que yo ya ni me lo planteo, ¿para qué enfadarse?

TODOS SEREMOS VIEJOS

Si llegamos, todos seremos viejos.
Me da pena y me avergüenza la sociedad frívola, superficial y «antiarrugas» que estamos o hemos creado.
No queremos ver el paso del tiempo, por eso lo tapamos, lo ocultamos. Por eso tenemos a «nuestros viejos» escondidos. Esos viejos que sufrieron una posguerra, que pelearon porque hoy tuviéramos unos derechos, que se privaron de todo para que no nos faltara de nada.
Hoy, de vez en cuando, nos llegan noticias, algunas imágenes, de nuestros mayores padeciendo desprecios, insultos, incluso maltratos. A muchos se les ha dejado morir, otros lo han hecho solos. Todos ellos callados, en silencio, como fue su vida.
Y ¿nosotros qué hacemos? NADA. Rápido miramos hacia otro lado. Solo espero que esto pare, que no se repita.
Antes he dicho «nuestros mayores» porque son los de todos, nuestro pasado, nuestra historia, nuestra sabiduría y cómo nos comportamos y portamos con ellos dice TODO de nosotros. No olvidemos que por mucha crema, lifting o bótox, todos seremos viejos, si llegamos.

ME DECLARO

Me declaro consumidora, es más, dependiente de Cultura. No podría vivir sin ella. Sin música, sin libros, sin contemplar una fotografía, una obra de arte, de teatro, una película; de esas que te dejan tocado, que te transforman, que te revuelven, que te llevan a permanecer sin palabras para luego decirlas todas. No me puedo imaginar cómo hubiera sido este confinamiento o una existencia sin ella.
Para mí sí es una necesidad básica; una primera necesidad. Podría prescindir de otros bienes, no al que recurro cuando necesito respirar, pensar, sentirme libre; el que me aporta y me llena.
No entiendo, en esta situación, de aviones abarrotados, de aglomeraciones, de metros llenos de personas, de prostíbulos abiertos. No entiendo de botellones, de fiestas clandestinas, de irresponsables.
Sí lo hago de la gente que con todas las medidas de seguridad y sanitarias intenta sacar su trabajo adelante y los que con responsabilidad lo demuestran.
Mi apoyo pleno a todo el sector Cultural. Por una Cultura Segura. Se puede. Y la hay.

LOS CHANCHULLEROS – Reflexiones…

Chanchullo – Manejo ilícito para conseguir un fin, y especialmente para lucrarse.

Ilícito – No permitido legal o moralmente.

Lucrarse – Sacar provecho de un negocio o encargo.

Partamos recordando el significado de estas palabras, según la RAE, para que no quede suelto posible cabo.
Avanzamos por una época en la que la imagen lo es todo; o al menos la imagen que queremos dar; la de una persona, una marca, país… “el parecer”. Sin embargo, debemos tener muy en cuenta que tarde o temprano tras ese parecer va saliendo el ser y si ese ser está plagado de chanchullos o chanchulleros, mal vamos.
Una institución, una empresa o una asociación, por mucho que lo pretenda no podrá limpiar su imagen o tenerla buena hasta que no se libere de este tipo de individuos y maneras de proceder. No solo su imagen externa, también la interna. Uno proyecta lo que hay en su interior. Una manzana podrida en un frutero pudre a las que están alrededor, las daña, ya no se pueden comer.
Contratamos responsables de comunicación, nos gastamos un montón de dinero en estudios y campañas de marketing, cuando lo primero que tenemos que analizar es la base. Lo que hay, partir de lo que tenemos. No basta con querer tener una buena imagen de marca, hay que generarla. Partir de dentro para salir hacia fuera. Si desde el interior se está orgulloso de lo que se es y hace esto se refleja. Una persona sana, una compañía sana de este tipo de sujetos o procederes pude avanzar donde se proponga. De lo contario, tarde o temprano, quién las hace, las paga y la entidad se verá dañada.

EL CATEDRÁTICO – Reflexiones …

Ya en los años de Facultad me llamaba la atención su actitud. De maneras pausadas, no muchas palabras, pero siempre acertadas, dejando paso a silencios que hablaban.
Un hombre sabio era «el catedrático». Con la sabiduría que te dan los libros y más la vida; haber vivido muchas, la propia y ajenas. Volvía prácticamente de todo y con una afable y pícara sonrisa, dejaba hacer.
Estos días, con el sonido de las olas de fondo, me viene su recuerdo. Recupero su sabiduría, su sencillez, el valor de lo que realmente importa. Olvidando todo lo ajeno y centrado en lo propio. Disfrutando de pequeños placeres que se agrandan. De la buena gente, de la gente buena.
Lo demás, poco importa.