No sé si serán los años, las vivencias o la experiencia, pero llega un momento en tu vida en el que es muy, muy difícil enfadarse. Ya no te enfadas. Prefieres optar por la decepción, si esa persona te importa o importaba, o por el pasotismo e indiferencia, si no. La decepción vendrá acompañada, eso sí, de una mirada y actitud diferente hacia esa persona, marcada por la desilusión y desencanto. Sin embargo, son dos actitudes que frente al enfado, nos ahorrarán tiempo, toxicidades y desgaste de energía encauzando esta hacia otros rumbos mucho más positivos. Es por ello que yo ya ni me lo planteo, ¿para qué enfadarse?