Dicen que ni siquiera había amanecido
cuando corrió hacia aquellos acantilados,
los más profundos y bellos del lugar.
Corrió empapada de lágrimas
y cuando llegó, permaneció en el borde,
mirando el horizonte, vislumbrando el nuevo día.
Fue entonces cuando todas se evaporaron junto al mar
y desde entonces, cada amanecer, se eleva la niebla;
dicen, para ocultar cualquier rostro llorar.