Para muchos el mar, para otros la montaña, en definitiva, la naturaleza. No sé qué poder sanador tendrá o le atribuimos que todos volvemos a ella. A fin de cuentas, somos parte, aunque algunos parezca que se resistieran a aceptarlo. Nos protege, nos cura, pero también nos avisa.
Basta con observarla, con detener un instante nuestra frenética vida y volver, aunque sea por un instante, a integrarnos.
Tan poderosos nos creemos y tan minúsculos somos.
La verdadera riqueza reside en ella. No hay soberbia que se acerque o dinero que compre una maravillosa puesta de sol, una tarde de tormenta o un paisaje nevado. Obsequios que tenemos y no cuidamos.