Hubo un lugar, escondido entre montes, que decían ser mágico. Se llamaba La Fuente de los Ángeles, porque lo habitaba un pintor que los retrataba en sus cuadros.
No sabemos si de verdad los veía, pero aquellos seres alados comentaba que le visitaban de vez en cuando.
Actores, cantantes y demás artistas solían alojarse allí y daban rienda suelta a su imaginación.
Un manantial regaba los campos y de sus aguas se podía beber para cargarse, dicen, de energía.
Elfos, hadas, duendes e incluso blancos unicornios rondaban por allí; deteniendo un tiempo lleno de historia.