Era allí, bajo aquellas sábanas blancas,
su espacio de ensoñación.
Se giraba de lado y aquel fuerte brazo
la rodeaba delicadamente por la espalda.
Con los ojos cerrados, sonreía, al sentir
esa plácida respiración desenredar su pelo.
Y así, enroscando las piernas entre las suyas,
volvía a soñar de nuevo